Taller del
Valle de Tena
Llegó y pasó el Taller del Valle
de Tena.
Cuando este proyecto se gestó
teníamos nuestras dudas porque todos creíamos conocer el Pirineo: sus
posibilidades y sus colores. Sus alturas y sus larguras. No caímos en que no es cierto aquello de que
vistas unas montañas vistas todas.
Si el valle de ORDESA es un lugar
magnífico , pero ‘encajonado’ –sin que esto sea ningún problema cuando vas en
épocas en que la afluencia es normal, o sea, unos pocos en el trayecto, no una
manifestación anti-preferentes -, el valle de Tena te ofrece la otra versión:
el plató de montañas que no se acaba nunca ni por la derecha ni por la
izquierda.
El lugar nos recibió con su
característico ambiente meteorológico de … ‘si es no es’, de nublado con riesgo
de lluvia, de sí pero no…
Y a sabiendas de ello el sol se
acercó a saludar el sábado y estuvo con nosotros durante todo el recorrido del
taller y mientras que hubo fotos que hacer . Ya en el retorno, el agua hizo
acto de presencia de manera que el calabobos nos ‘atacó’ y nos demostró porqué
se le llama así.
Por el contrario las fotos que
pudimos sacar fueron con una luz excepcional. Con sombras suaves y con detalles
bien definidos por la iluminación general.
La flora nos esperaba de manera
selectiva esperando que alguien le hiciera el caso que se merece hasta el
extremo de que las orquídeas que se sintieron despreciadas por nosotros no nos
esperaron y se habían agostado hacía ya semanas. “un año normal, este año” eso
fue lo que nos dijo el guarda que las vigila. Más bien a nosotros de no meter
la zarpa en donde no se nos pide.
Las Cypripedium calceolus tienen
una floración escalonada según se van calentando y por eso brotan primero las
que están metros –y sólo metros- más bajas y va avanzando hacia cotas más altas
según la tierra se calienta. Pero esta primavera ha sido normal. Como si se
pudiera decir que una temporada climática se pudiera llamar normal en los
tiempos que corren.
Y bueno, el recibir a los
participantes ha sido todo un placer, porque, a los ya conocidos, se sumaron
amigos nuevos.
Es un taller en el que hay que
caminar. No es matarse, sino pasear porque salvo algunos repechones , el camino
es fácil. Y suave, aunque cuesta arriba u cuesta abajo. O sea, por pistas de
montaña. Salpicadas la orillas del
camino con bellas florecillas del campo : fresas silvestres, margaritas, orquídeas,
alguna que otra ortiga y también sombrita. Mucha sombra.
Además el sábado, estaríamos
rodeados de agua todo el día haciendo que el paseo fuera agradable, calor,
también nos hizo de hecho yo me quemé la cabeza –la calvicie incipiente, hace
que es ‘cartón’ esté desprotegido- y que luego, a la noche, me pasara factura. Nada
que una crema hidratante no solucionara con algún cuidado y atención.
Panorámica de la Peña Telera |
Tras subir el arroyo que une el
barranco de Cuasta y el barranco del Boj, en donde descubrimos las primeras Nigritelas y esquivando Gymnadenias, O.Fucsii y Dactilorhyzas varias con la paradita
necesaria para inmortalizarlas, fuimos subiendo con la percepción de que había
que empezar a pensar en la comida. Y que arriba nos esperaban las fotos de un
lago glaciar y una pared de montaña que pareciera que estaba a un brazo de
distancia, y que al estirarlo podrías tocar la roca. Aunque éramos conscientes
de que habría que atravesar un lago. Un lago con agua muy fría. Muy fría .
Nos esperaban las vaquitas, otros
excursionistas, alguna mosca impertinente y el sol velado ya por las pocas nubes
que empezaban a reunirse sobre nosotros. Así es la meteorología de montaña,
casi impredecible con mucha antelación. Sobre todo para lugares muy
localizados. Esto no es la Fórmula 1.
Si lo “máximo“ era muy grande los
“mínimo” era muy pequeño. Micro-cosmos aislados en grietas y rinconcillos
magníficos para fotografiar.
Lo más grande aun, se manifestó
el domingo. Nos rodeó todo el tiempo, pero el domingo estaba enfrente de
nosotros : una montaña grande, doble , majestuosa. Tanto que no fui capaz de
fotografiarla … entre otras cosas porque las nubes nos taparon su presencia,
nos evitaron sentirnos diminutos y ‘pocacosa’.
La lluvia nos envolvió con sutil
persistencia, también con la ofensiva especialidad de calabobos y que durante
algún tiempo cambió a mojadora total. Suerte de que siguiendo instrucciones los
chubasqueros estaban a mano. Pero aun así nos mojamos, pero, como fieras de la
fotografía no dejamos de tomar instantáneas hasta que fue imposible seguir haciéndolas.
Lugar espectacular donde los haya
un arroyo que nos dejaba unas cascadas muy adecuadas para los efectos de agua-seda
. Evidentemente, nos dio tiempo de terminar la sesión ya que la lluvia iba y
venía por lo que todos sacamos las fotos o a la ida o a la venida, pero todos
los que quisieron hicieron su foto.
En definitiva, se cumplió el
objetivo de que todos sacáramos buenas fotos.
Además caímos en la tentación de
las Ventas de frontera: qué ricos los polvorones.