viernes, 4 de julio de 2014

Taller del Valle de Tena


Taller del Valle de Tena

Llegó y pasó el Taller del Valle de Tena.
Cuando este proyecto se gestó teníamos nuestras dudas porque todos creíamos conocer el Pirineo: sus posibilidades y sus colores. Sus alturas y sus larguras.  No caímos en que no es cierto aquello de que vistas unas montañas vistas todas.
Si el valle de ORDESA es un lugar magnífico , pero ‘encajonado’ –sin que esto sea ningún problema cuando vas en épocas en que la afluencia es normal, o sea, unos pocos en el trayecto, no una manifestación anti-preferentes -, el valle de Tena te ofrece la otra versión: el plató de montañas que no se acaba nunca ni por la derecha ni por la izquierda.
Un escenario interminable. Un foro precioso por luz, por color , por detalle, por ser lo que es.
El lugar nos recibió con su característico ambiente meteorológico de … ‘si es no es’, de nublado con riesgo de lluvia, de sí pero no…
Y a sabiendas de ello el sol se acercó a saludar el sábado y estuvo con nosotros durante todo el recorrido del taller y mientras que hubo fotos que hacer . Ya en el retorno, el agua hizo acto de presencia de manera que el calabobos nos ‘atacó’ y nos demostró porqué se le llama así.
Por el contrario las fotos que pudimos sacar fueron con una luz excepcional. Con sombras suaves y con detalles bien definidos por la iluminación general.
La flora nos esperaba de manera selectiva esperando que alguien le hiciera el caso que se merece hasta el extremo de que las orquídeas que se sintieron despreciadas por nosotros no nos esperaron y se habían agostado hacía ya semanas. “un año normal, este año” eso fue lo que nos dijo el guarda que las vigila. Más bien a nosotros de no meter la zarpa en donde no se nos pide.
Las Cypripedium  calceolus tienen una floración escalonada según se van calentando y por eso brotan primero las que están metros –y sólo metros- más bajas y va avanzando hacia cotas más altas según la tierra se calienta. Pero esta primavera ha sido normal. Como si se pudiera decir que una temporada climática se pudiera llamar normal en los tiempos que corren.
Y bueno, el recibir a los participantes ha sido todo un placer, porque, a los ya conocidos, se sumaron amigos nuevos.
Es un taller en el que hay que caminar. No es matarse, sino pasear porque salvo algunos repechones , el camino es fácil. Y suave, aunque cuesta arriba u cuesta abajo. O sea, por pistas de montaña.  Salpicadas la orillas del camino con bellas florecillas del campo : fresas silvestres, margaritas, orquídeas, alguna que otra ortiga y también sombrita. Mucha sombra.
Además el sábado, estaríamos rodeados de agua todo el día haciendo que el paseo fuera agradable, calor, también nos hizo de hecho yo me quemé la cabeza –la calvicie incipiente, hace que es ‘cartón’ esté desprotegido- y que luego, a la noche, me pasara factura. Nada que una crema hidratante no solucionara con algún cuidado y atención.
Panorámica de la Peña Telera
Tras subir el arroyo que une el barranco de Cuasta y el barranco del Boj, en donde descubrimos las primeras Nigritelas y esquivando Gymnadenias, O.Fucsii y Dactilorhyzas varias con la paradita necesaria para inmortalizarlas, fuimos subiendo con la percepción de que había que empezar a pensar en la comida. Y que arriba nos esperaban las fotos de un lago glaciar y una pared de montaña que pareciera que estaba a un brazo de distancia, y que al estirarlo podrías tocar la roca. Aunque éramos conscientes de que habría que atravesar un lago. Un lago con agua muy fría. Muy fría .
Nos esperaban las vaquitas, otros excursionistas, alguna mosca impertinente y el sol velado ya por las pocas nubes que empezaban a reunirse sobre nosotros. Así es la meteorología de montaña, casi impredecible con mucha antelación. Sobre todo para lugares muy localizados. Esto no es la Fórmula 1.
Si lo “máximo“ era muy grande los “mínimo” era muy pequeño. Micro-cosmos aislados en grietas y rinconcillos magníficos para fotografiar.
Lo más grande aun, se manifestó el domingo. Nos rodeó todo el tiempo, pero el domingo estaba enfrente de nosotros : una montaña grande, doble , majestuosa. Tanto que no fui capaz de fotografiarla … entre otras cosas porque las nubes nos taparon su presencia, nos evitaron sentirnos diminutos y ‘pocacosa’. 

La lluvia nos envolvió con sutil persistencia, también con la ofensiva especialidad de calabobos y que durante algún tiempo cambió a mojadora total. Suerte de que siguiendo instrucciones los chubasqueros estaban a mano. Pero aun así nos mojamos, pero, como fieras de la fotografía no dejamos de tomar instantáneas hasta que fue imposible seguir haciéndolas.
Lugar espectacular donde los haya un arroyo que nos dejaba unas cascadas muy adecuadas para los efectos de agua-seda . Evidentemente, nos dio tiempo de terminar la sesión ya que la lluvia iba y venía por lo que todos sacamos las fotos o a la ida o a la venida, pero todos los que quisieron hicieron su foto.
En definitiva, se cumplió el objetivo de que todos sacáramos buenas fotos.
Además caímos en la tentación de las Ventas de frontera: qué ricos los polvorones.